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La fascinante historia de nuestro territorio se remonta a la Edad de Piedra. Nuestro entorno ha sido testigo, a lo largo del paso del tiempo, del asentamiento de diversas civilizaciones, habiéndose localizado diferentes hallazgos que confirman la presencia pueblos prehistóricos, prerromanos, romanos, visigodos y musulmanes.

En fechas más recientes, el hito más destacado fue la construcción del mayor embalse de la Comunidad de Madrid, a comienzos de la década de los setenta del pasado siglo. La puesta en funcionamiento de la presa de El Atazar, seña de identidad actual de la Mancomunidad, cambió la configuración del paisaje y de nuestros pueblos, que hoy disfrutan de la proximidad de la lámina de agua de mayores dimensiones del ámbito madrileño.

¡Descubre la historia de nuestros municipios!

EL ATAZAR

La fundación de El Atazar, según la hipótesis más extendida, tiene su origen en un campamento islámico del siglo XII: sin embargo, las pruebas que sostienen esta hipótesis no son suficientemente sólidas. Su fundación probablemente siguió el esquema de poblamiento empleado en el resto de núcleos de la comarca, grupos de pastores construyeron chozas y corrales junto a los pastos, y acabaron por construir viviendas permanentes.

El Atazar quedó vinculado a la Comunidad de Villa y Tierra de Buitrago, constituyéndose a partir del Privilegio de Repoblación de Alfonso VII en 1134. En 1490 El Atazar consiguió el título de villazgo.

El siglo XVIII fue el momento de mayor esplendor del pueblo, con 212 habitantes. Era un pueblo agrícola y ganadero, se cultivaba trigo y centeno en sus tierras y sus huertos,  se vendimiaba en sus viñedos (aunque la uva no se utilizaba para la elaboración de vino) y sus pastos eran envidiables. Existían más de 5.000 cabezas de ganado (vacas, cerdos, mulas, ovejas y sobre todo cabras) y se explotaban más de 160 colmenas). En la dehesa crecían robles y fresnos y en el resto del término había quejigos y jarales y 250 sauces plantados por ordenanzas reales.

Su industria se concentraba en el molino harinero de El Riato y en la fragua que atendía el herrero de Robledillo (otro pueblo cercano).

Había una taberna, un escribano de fechas o notario, un sacristán y; ¡hasta un cirujano!

En 1833, El Atazar pasa a integrarse en la comunidad de Madrid. Los siglos XIX y XX fueron duros para el pueblo,  se enajenan fincas y se pierde poco a poco la mayoría del terreno cultivable, y la ganadería que sostenía su economía sufrió un proceso similar; el pueblo pierde su autonomía y pasa a ser un agregado de Robledillo de la Jara hasta 1928.

La guerra civil contribuyó a empeorar la situación y el histórico aislamiento, y la población empezó a disminuir; y lo hizo aún más con la construcción del Embalse de El Atazar, que anegó algunas de las mejores fincas que aún se conservaban, además del molino de El Riato e incluso la carretera nueva que se había construido tras la guerra, y que iba al pueblo vecino de Cervera de Buitrago. En 1990 el pueblo contaba con tan sólo 80 habitantes.

EL BERRUECO

La existencia de los primeros asentamientos ubicados en el término municipal, se pueden situar en la Edad de Bronce. De la época de la dominación islámica, se conserva la atalaya de Torrepedrera, formando parte del conjunto de torres vigías de la llamada “Marca Media”. Con el inicio de la Reconquista, se convirtió en lugar de tránsito donde las gentes bajaban en busca de terrenos que cultivar o lugares donde establecerse.

El asentamiento actual de la Villa de El Berrueco se sitúa entre los siglos X y XI.

El Berrueco pasa de aldea a villa en 1593, anteriormente pertenecía a la Villa de Uceda y suis lugares. Unos años después, El Berrueco y algunas aldeas aprovechan la ocasión que les concede la Real Hacienda de Felipe II para poder redimir y tantear las rentas que de ellos se hacían y presenta la solicitud para obtener el villazgo, por lo cual tuvo pleitos con el Conde de Uceda y sus herederos.

La Villa de El Berrueco pagó la parte correspondiente que por ella había pagado el Conde Don Diego Mejía de Ovando y así se le concede su exención y tanteo.  Así, El Berrueco se convierte en villa independiente y pasa a la Corona Real de Castilla.

El 24 de julio de 1593 el rey Felipe II manda un poder por el cual se debía reunir a todos los alcaldes ordinarios de Uceda y sus lugares y quitarles las varas de mando, ya que habían sido puestos por los herederos del duque de Uceda, a quienes Felipe II quitaba la posesión. Los alcaldes ordinarios debían elegirse en cada lugar o villa por el Concejo, que se reunía a campana tañida como desde siempre era costumbre, para tratar de las cosas que tocan al bien y utilidad de estas villas.

Ya en el siglo XIX la nueva demarcación le separa definitivamente de Uceda y en 1833, El Berrueco pasa a formar parte de la provincia de Madrid.

A mediados del siglo XIX, con la desamortización de Mendizábal se venden parte de los bienes municipales y algunas tierras son compradas en 1898 por los vecinos del Municipio, creándose así la Asociación de vecinos de El Berrueco.

Ya en el siglo XX, uno de los hechos que más influirá en su evolución, será la construcción del embalse de El Atazar, que ocupa una extensión considerable al noroeste del municipio. Actualmente el Berrueco tiene una población de 650 habitantes aproximadamente.

CERVERA DE BUITRAGO

Según la tradición, su nombre proviene de los muchos ciervos que se criaban en los terrenos que ocupaban el soto boyal y las viñas.  El término “de Buitrago” se añadió en el siglo XIX por su dependencia, en época medieval, del señorío del mismo nombre.

Cervera tuvo su origen en la época árabe, su importancia surge con la repoblación cristiana, siendo pastores de Sepúlveda los encargados de repoblar y explotar la comarca.

Perteneció al señorío de Buitrago hasta la abolición del régimen señorial a principios del siglo XIX, pasando a depender administrativamente del Cuarto de la Jara, junto a Robledillo, Berzosa, Paredes y Serrada.

La actividad económica del pueblo se centró, como el resto de los municipios de la comarca, en la ganadería apoyada en la cabaña de cabras y ovejas churras. La tierra no era adecuada para la explotación agrícola, si bien existió una agricultura de subsistencia, dedicada a la producción de trigo y centeno fundamentalmente. La mayor parte de los terrenos, sin embargo, se dedicaban exclusivamente a la alimentación del ganado, constituidos en gran parte por los prados del común y la Dehesa Boyal. También se cultivaron viñas en Cervera que, por estar contiguas a las de Robledillo, formaron una comunidad de propietarios de ambos pueblos, y en 1566 llegaron a promulgar sus propias ordenanzas sobre dicho cultivo.

En el siglo XX, a pesar de una cierta recuperación de la cabaña ganadera en la primera mitad del siglo, esta actividad ha ido desapareciendo progresivamente. La construcción del embalse de El Atazar supuso un cambio radical en la economía de este pueblo al quedar sumergidas las mejores tierras y hoy apenas podemos encontrar algunas huertas, que aparecen como pequeños jardines esparcidos por el casco urbano.

PATONES

El nombre de Patones proviene del apellido que tenían sus fundadores, que era Patón. Hasta el siglo pasado el pueblo se llamó Los Patones, en alusión a sus primeros habitantes.

En el término municipal de Patones se han producido algunos hallazgos arqueológicos de singular relevancia cuya adscripción cultural comenzaría en el Paleolítico Superior.

De la Edad del Hierro encontramos el Castro de la Dehesa de la Oliva, aldea fortificada ocupada en el siglo II a. de C. La ocupación del poblado se continúa durante la época de dominación romana, apareciendo numerosas monedas

De Patones no se tienen noticias históricas hasta bien entrado el siglo XVI. En el año 1555, hay un padrón que se conserva en el archivo de Simancas, y que menciona la alquería de la Hoz de los Patones.

En 1687 aparece ya como un barrio de la villa de Uceda. A este siglo pertenece el documento más antiguo que refiere la existencia del llamado Rey de los Patones. Este “rey” era una especie de alcalde o juez de paz, un anciano que administraba justicia entre sus vecinos. El último “rey” del que se tienen noticias, acabó su mandato hacia 1750.

Desde su fundación, Patones perteneció a la Villa de Uceda, hasta mediados del siglo XVIII, que se independiza de ella.

De la Guerra de la Independencia, en el siglo XIX, existen documentos en el archivo municipal, que dan cuenta de los tributos pagados a los destacamentos franceses cercanos.

En el siglo XIX, con la nueva división administrativa, se incorpora Patones a la provincia de Madrid. En este mismo periodo, se acometen en este municipio las primeras obras de canalización del agua a Madrid, con la construcción de la emblemática presa del Pontón de la Oliva.

A lo largo del siglo XX, de forma paulatina, los habitantes de Patones fueron descendiendo a la vega del Jarama, construyendo el nuevo núcleo, Patones de Abajo. Este traslado se generaliza en los años 60.

A partir de los años 70, en Patones de Arriba comienza un proceso de adquisición y rehabilitación de viviendas para uso como segunda residencia y para la instalación de negocios de hostelería. El auge del turismo rural y el encanto del pueblo hace que cada día sea mayor la afluencia de visitantes.

Patones de Arriba en 1999 fue declarado Bien de Interés Cultural.

PUENTES VIEJAS

Las referencias y restos arqueológicos que se conocen en el término pertenecen a asentamientos medievales.

A finales del siglo XIII los cuatro pueblos que hoy forman Puentes Viejas pasaron a formar parte del Señorío de Buitrago.

En 1492, aparecen nuevas noticias sobre algunas de las poblaciones de Puentes Viejas en el Inventario de los Bienes que los judíos dejaron en la Villa y Tierra de Buitrago.

Antes del siglo XVIII, apenas existen datos de Puentes Viejas sobre demografía, sociedad y relaciones económicas. Se conoce, sin embargo, que los aprovechamientos de los recursos ganaderos y forestales se regulaban por ordenanzas. Las primeras ordenanzas conservadas datan del siglo XVI.

En el siglo XVIII se produjo un auge económico, aumentando la población de todos los núcleos. De este siglo se obtiene información del Catastro de Ensenada y de la descripción Lorenzana.

Su economía se basaba en la ganadería, ya que la agricultura era muy pobre. Y al menos, excepto en Cincovillas, tenían una Dehesa Boyal en cada pueblo donde pastaba el ganado de labor y de la que ocasionalmente se obtenía carbón.

En el siglo XIX , se produce la abolición del Régimen Señorial, la desaparición de la Mesta, la desamortización eclesiástica y civil y la nueva división territorial de 1833. Los cuatro pueblos de Puentes Viejas pasan a depender de Madrid a través del corregimiento de Torrelaguna. Cincovillas se convirtió en un anejo de Mangirón y Serrada dejó de ser un anejo de Berzosa para formar su propio ayuntamiento.

Ya en el siglo XX, la construcción de las presas de El Villar y Puentes Viejas supone la llegada de nuevos trabajadores y la oferta de puestos de trabajo a los habitantes de la zona. A pesar de que en el primer cuarto de siglo se mantiene el aumento de la población, comienza a invertirse esta progresión, sobre todo a partir de los años 50 con las migraciones a Madrid y abandono de la agricultura.

En la actualidad sigue manteniendo cierta importancia una ganadería reconvertida al vacuno de leche, que junto con la construcción y servicios, constituyen las principales fuentes de renta.

ROBLEDILLO DE LA JARA

Como muchos otros pueblos de la zona, Robledillo fue fundado en torno a los siglos XII ó XIII, tras la definitiva reconquista de Buitrago por Alfonso VI en 1083. Robledillo debió surgir como asentamiento temporal de pastores que se hizo permanente con posterioridad, quedando sujeto administrativamente a la Villa de Buitrago. Junto con ella y todo el Señorío de Buitrago, pasó en el siglo XIV a la Casa de los Mendoza, uno de cuyos miembros, Íñigo López de Mendoza, el Marqués de Santillana, nombró a Robledillo en una de sus populares serranillas.

En 1612 el Concejo de Robledillo compró a un particular el término de El Villar ya despoblado, pagando con el producto de la tala de 1.500 encinas de la Dehesa de Casasola y la venta de un molino en la villa de El Atazar.

El siglo XVII fue un siglo de crisis económica, decadencia y fervor religioso (existían en el pueblo seis cofradías diferentes). Sólo al final de éste se produjo la recuperación y Robledillo alcanzó los 244 habitantes en 1787. La economía continuaba basándose en la ganadería, la agricultura, apicultura y carboneo.

En el siglo XIX, las sucesivas desamortizaciones de los bienes de “manos muertas” supusieron un cambio fundamental para la estructura económica del lugar. La tierra se concentró en pocas manos por lo que se produjo un salto de escala en la dimensión de las propiedades, lo que unido a la introducción de nuevos cultivos como la patata y la mejora de las técnicas, permitió el desarrollo de una agricultura no limitada al autoconsumo, sino capaz de producir excedentes. En torno a 1847, El Atazar se incorporó como anejo de Robledillo, permaneciendo dependiente hasta 1928. Coincidiendo con esta época de relativa prosperidad, se reconstruyó la Iglesia Parroquial (1893) y apareció una nueva tipología de viviendas, con características más urbanas.

El siglo XX no supuso cambios trascendentales para Robledillo. Las producciones descienden, abandonándose casi por completo la agricultura. La cabaña ganadera igualmente desciende.